GAZETA HBBL #37
Jornada 4: Aves Rapaces vs Los primos de Gustavo
Una falta desafortunada.
Era el día en que las Aves Rapaces jugaban su cuarta jornada de liga contra "Los primos de Gustavo", un equipo de hombres lagarto que prometía lesiones a sus rivales.
Colibrí no se había levantado muy animado esa mañana. Pese al sacrificio físico que hacía en cada entrenamiento y el esfuerzo mental por memorizar cada jugada, no obtenía ningún resultado en los partidos. Parecía ese típico jugador calientabanquillos que sólo sale cuando sus compañeros titulares están agotados.
Ese día, para no variar, Colibrí empezaría el partido en el banquillo junto al nuevo fichaje del equipo: un joven receptor que se hacía llamar Gaviota y que no aparentaba tener mucha idea de Blood Bowl. Desde el incómodo asiento hecho de piedra, pudo ver como los saurios del equipo empezaron a propinar una buena tunda a sus compañeros mientras un pequeño eslizón avanzaba peligrosamente por la banda. Ese maldito eslizón no era ni más alto ni más fuerte que él, sin embargo, había que ver cómo corría y con qué seguridad recogió el balón del suelo. De repente, odió a esos pequeños lagartos escurridizos. Seguro que no se esforzaban tanto como él, pero ahí estaban, haciendo que el público gritase enfervorecido. Y mientras el odio hacia los eslizones crecía en Colibrí, ese pequeñajo consiguió marcar un touchdown que hizo que todo el público se levantase de su asiento. Colibrí estaba rojo de rabia, si le tuviese al alcance le daría un buen puñetazo.
Mientras su equipo se recuperaba de los golpes de los saurios, el entrenador se dirigió a Colibrí y le dijo
- ¡Vamos muchacho! Necesitamos hacer la jugada "Vuelo corto, touchdown rápido". No nos queda mucho tiempo.
Colibrí se sintió emocionado y asustado. Por un lado estaba contento de que el entrenador confiase en él y por otro lado, aterrorizado, ya que no recordaba esa jugada.
Salió al campo y rápidamente ocupó la posición que solía ocupar siempre durante los entrenamientos: entre el lanzador y el ogro. Nadie le dijo nada, así que suponía que ese era el lugar correcto. El balón voló y empezó el caos: Avestruz, el ogro, se ensañó con el Kroxigor y sus compañeros hicieron lo propio con los saurios que le acompañaban. Los blitzer empezaron a abrir camino y el lanzador, como siempre, recogió el balón del suelo sin mayor problema.
- ¡No tenemos mucho tiempo Colibrí! -Le advirtió Cuervo- ¡Posiciónate!.
Colibrí estaba en blanco, no sabía el lugar del campo al que debía ir. Entonces vio como Cóndor propinaba un placaje al pequeño eslizón qua acababa de marcar el touchdown, dejándole en el suelo sin daño aparente. En ese momento se le olvidó que su equipo esperaba algo de él y se abalanzó como un loco sobre el pequeño eslizón. Escuchó de fondo cómo Cuervo le ordenaba que volviese, que no se alejase. Pero en su cabeza sonaba más fuerte el ansia de sangre. Al caer sobre el pequeño lagarto. Éste abrió para gritar, pero no salió sonido alguno. Su cara se transformó en una mueca de dolor que hizo a Colibrí sentirse muy orgulloso de su desempeño. Rápidamente, el eslizón fue retirado del campo mientras Colibrí se levantaba el partido seguía su curso. Esperaba recibir las alabanzas de sus compañeros, sin embargo, lo miraban con gesto de desánimo y resignación. No entendía nada. Y de repente el árbitro pitó el final de la primera mitad.
En el vestuario el entrenador le echó una buena bronca. Según parecía necesitaban que Avestruz le lanzase tras la línea de defensa rival con el balón y marcase el touchdown en el poco tiempo que quedaba de partido.
Colibrí se pasó el resto del partido en el banquillo.
Otro fracaso en su corta carrera.
Corresponsal: Jarl
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